miércoles, 11 de noviembre de 2009

crisis de nuestro pais


Una crisis personalizada, politizada y mal manejada por los dos presidentes, que causa mucho daño y que comienza a pasar a mayores, según el recuento de lo acaecido y el agudo análisis de la experta en las relaciones colombo-ecuatorianas.

Entre Ecuador y Colombia se ha impuesto un tortuoso camino empujado por la personalización de la disputa, que ha empezado a traducirse en demandas jurídicas y sanciones económicas con trasfondo político. A las repercusiones mutuas que ya deja ese camino pueden unirse graves amenazas, en medio de un complejo contexto geopolítico regional que hace cada vez más difícil y costoso desescalar la tensión. Aún en esas condiciones, la diplomacia y la mediación todavía tienen su lugar.

Correa vs. Uribe: Disputa personalizada y mediaciones fallidas

La ruptura de relaciones ordenada por el presidente Rafael Correa luego del bombardeo colombiano el 1 de marzo al campamento de las FARC y en violación del territorio ecuatoriano, al sentirse maltratado por la información parcial o falsa entregada por el presidente Álvaro Uribe, así como por la sindicación de ser colaborador de la guerrilla que le hiciera el Director de la Policía colombiana a partir de los computadores guerrilleros, personalizó la disputa en cabeza de dos mandatarios que tienen opciones distintas pero también semejanzas: cuentan con amplios apoyos nacionales, son conflictivos y mediáticos, desprecian la diplomacia y las mediaciones multilaterales.

Durante buena parte de los 17 meses de ruptura, los dos presidentes se trabaron en una guerra de comunicados y declaraciones muy útil para cada uno de ellos en su necesidad de mantener el apoyo de su propio público, pero muy dañina para ambos países y para la relación binacional. Ambos siguieron una y otra vez la misma secuencia en su comportamiento frente a la crisis y fueron agrandando la espiral de la tensión hasta niveles peligrosos.

Declaraciones cada vez más duras de Correa fueron respondidas por comunicados cada vez más fuertes de Uribe. Esa secuencia ocurrió incluso cuando, a mediados de 2008, ambos gobernantes estuvieron de acuerdo en un proceso paulatino de restablecimiento de las relaciones que empezaba por el compromiso de guardar silencio para poner en marcha acuerdos alcanzados con los buenos oficios de la OEA, que reunió a las cancillerías y a los altos mandos militares

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